Autor Leonel Fernandez.-
A pesar de que hace cerca de
un cuarto de siglo, con la caída del Muro de Berlín, en 1989, y el
desplome de la Unión Soviética, en 1991, que la Guerra Fría había
llegado a su fi n, eso no había ocurrido con respecto a Cuba, cuyas
relaciones con los Estados Unidos habían permanecido tensas.
Paradójica - mente, un año
después de la desaparición de la Unión Soviética, en el 1992, los
Estados Unidos reforzaron el embargo contra Cuba, mediante la aprobación
de la llamada Ley Torricelli; y lo mismo ocurrió entre los años 2002 y
2003, cuando el gobierno cubano fue acusado por su homólogo
norteamericano de desarrollar armas biológicas.
Ahora, con el reciente
anuncio hecho por el presidente Barack Obama, de los Estados Unidos, y
Raúl Castro, de Cuba, de restablecer las relaciones diplomáticas entre
ambos países, suspendidas desde 1961, la Guerra Fría, por fi n, parece
estar llegado a su término en la región del Caribe.
Algunas personas se
cuestionaban por qué razón los Estados Unidos podían mantener relaciones
diplomáticas formales, por ejemplo, con la República Popular China o
con Vietnam, ambos dirigidos por el Partido Comunista de sus respectivos
países, y, sin embargo, no hacer lo mismo con Cuba.
La respuesta,
invariablemente, tiene que referirse al hecho de la presencia de la
económicamente poderosa y políticamente infl uyente comunidad cubana en
el Sur de la Florida, medularmente anticastrista.
No obstante, recientes
encuestas indican que como consecuencia de las actitudes y estado de
ánimo de una nueva generación, más del 50 por ciento de los emigrantes
cubanos de esa localidad favorecen en estos momentos un cambio de
política de los Estados Unidos hacia la isla.
Eso, naturalmente, parece
haber contribuido a que el presidente Obama haya tomado la decisión que
adoptó en favor del cambio de rumbo en las tradicionalmente tortuosas
relaciones entre su país y la Cuba revolucionaria; y esto así, en razón
de que aunque no podrá presentarse como candidato en la próxima
contienda electoral norteamericana en noviembre del 2016, disminuye, sin
embargo, el costo político que ese histórico acto de audacia pudiese
tener para el Partido Demócrata.
Pero desde el 2009, durante
su primer período de gobierno, el presidente Barack Obama había tomado
algunas medidas en favor de fl exibilizar los viajes familiares,
facilitar el envío de remesas a familiares y amigos, así como conceder
licencias a compañías de telecomunicaciones para operar en Cuba.
De igual manera, el gobierno
cubano, que preside Raúl Castro, ha venido tomando, desde hace varios
años, un conjunto de acciones que revelan la voluntad política de
introducir cambios en los mecanismos de funcionamiento de la economía de
su país.
Entre esos cambios, se
encuentran, por ejemplo, el de la concesión de derechos a los individuos
y cooperativas para cultivar productos agrícolas en fi ncas propiedad
del Estado; el del derecho de adquisición de la propiedad inmobiliaria;
el del establecimiento de pequeños negocios privados; el de la
eliminación del tope salarial; y el de la promulgación de la Ley de
Inversión Extranjera.
Por supuesto, antes de la
actual gestión del presidente Obama, se habían presentado otras
iniciativas, a lo largo del tiempo, para distender o relajar las
relaciones entre Washington y La Habana.
Eso ocurrió, por ejemplo,
durante el período de gobierno de Gerald Ford, a mediados de los años
setenta, precisamente cuando los Estados Unidos estaban poniendo en
ejecución su política de détente, o fl exibilización de las tensiones
con la Unión Soviética, en el marco de la Guerra Fría.
Posteriormente, durante el
gobierno del presidente Jimmy Carter se tomaron también varias medidas
orientadas a mejorar las relaciones entre ambos países.
Desafortunadamente, sin embargo, Carter se vio atrapado en una situación
interna de crisis económica, así como de desafíos externos, como fue el
triunfo de la Revolución islámica en Irán, que le impidieron
concentrarse en una agenda cubana.
Los gobiernos de Reagan y de
los Bush, tanto del padre como del hijo, implicaron un retroceso en la
búsqueda de una política de coexistencia o convivencia pacífi ca entre
Cuba y los Estados Unidos.
Sin embargo, durante la época
del presidente Bill Clinton, en la década de los noventa, volvieron a
plantearse nuevas iniciativas que procuraban un acercamiento con Cuba, y
eventualmente una reanudación de relaciones formales entre la patria de
Washington y la de José Martí.
Ahora, como ha podido
apreciarse, se ha producido el gesto del presidente Obama. Y ese gesto,
aunque tiene mucho de altruismo y generosidad, responde también al hecho
de que las autoridades norteamericanas no podían dejar de contemplar,
con cierta inquietud, tanto política como económicamente, la reciente
ampliación y fortalecimiento de los vínculos del gobierno de Cuba con
Rusia y China, potencias rivales de los Estados Unidos.
En el caso de Rusia, se trata
de la visita que hizo el presidente Vladimir Putin a la isla caribeña
en julio de este año, en el que condonó el 90 por ciento de la deuda
cubana con su país, ascendente a 35 mil millones de dólares.
Por su parte, el presidente
Xi Jimping, de China, también visitó a Cuba en el mismo mes de julio de
este año, aprovechando la ocasión para ampliar los programas de
inversión, comercio y cooperación entre su país y la nación cubana.
Pero antes que Rusia y China,
el gobierno de Brasil había promovido una fuerte inversión para la
renovación del puerto de Mariel, cerca de La Habana, y la conversión de
Cuba en un centro de logística y transporte.
Reacción norteamericana
Así pues, al tiempo que otros
países ampliaban vínculos comerciales con Cuba, un núcleo de
empresarios norteamericanos, que exportan alimentos, productos agrícolas
y medicinas a esa nación caribeña, observaban con preocupación cómo, a
pesar de una cierta relajación con respecto al embargo, sus cuotas de
mercado disminuían en forma signifi cativa.
Esos empresarios,
provenientes de distintos Estados de la Unión norteamericana, empezaron a
enviar comunicaciones a la Casa Blanca, expresando sus inquietudes con
respecto a lo que estaba ocurriendo y sus deseos de que el gobierno
norteamericano les permitiera mayores actividades comerciales con Cuba.
A esas peticiones de los
empresarios norteamericanos se le sumaron, desde diciembre del año
pasado, siete editoriales del prestigioso diario, The New York Times,
argumentando en favor del restablecimiento de vínculos formales entre
los Estados Unidos y Cuba, así como diversas publicaciones de distintos
centros de pensamiento que operan en Washington y que resultan muy infl
uyentes entre las autoridades públicas norteamericanas.
Para iniciar un diálogo
político que permitiese avanzar en la reanudación de vínculos
diplomáticos entre las dos naciones, sólo parecían interponerse dos
problemas: por un lado, la situación de Alan Gross, un contratista de
USAID condenado a 15 años de prisión por presuntamente intentar,
mediante la distribución de equipos tecnológicos, provocar
desestabilización política en Cuba; y por el otro, el de los tres
ciudadanos cubanos condenados en los Estados Unidos por supuestos actos
de espionaje.
Para encontrarle una solución
a esos problemas, el presidente Obama buscó durante los últimos tres
años diversas alternativas, entre ellas, inclusive, la intermediación de
la República Dominicana frente al gobierno cubano.
Pero no fue sino durante su
visita al Vaticano, en el transcurso de este año, cuando pudo lograr la
mediación del Papa Francisco, en adición al involucramiento del gobierno
del Canadá.
Las negociaciones se
realizaron. Hubo un intercambio de prisioneros, el anuncio de apertura
de embajadas en las capitales de ambos países y la reanudación de
relaciones diplomáticas formales.
Frente a esos hechos, sin
embargo, los principales líderes cubanosnorteamericanos ante el Congreso
estadounidense, los senadores Marco Rubio y Robert Menéndez, y los
congresistas, Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz-Balart, han expresado,
como habría de esperarse, su desacuerdo con tales medidas.
Igual ha ocurrido con el
exgobernador de la Florida y potencial candidato republicano para las
elecciones presidenciales del 2016, Jeb Bush, quien se ha manifestado
opuesto a las medidas adoptadas por el presidente Obama.
Por su lado, Hillary Clinton,
posible candidata presidencial por los demócratas, aunque no se ha
referido en lo inmediato a la situación, en su libro de memorias, Hard
Choices, explica su punto de vista favorable al restablecimiento de
relaciones con Cuba.
Todo lo anterior indica que
el tema de Cuba estará en el centro de la próxima campaña electoral
norteamericana, y hasta podría hacer inclinar la balanza para la
elección del próximo presidente de los
Estados Unidos.
Mientras tanto, a pesar del
restablecimiento de los vínculos diplomáticos entre los Estados Unidos y
Cuba, todavía falta, para que haya plenas relaciones entre ambos
países, que se levante el embargo que pesa sobre el pueblo cubano desde
hace 53 años.
Sólo cuando eso ocurra podrá afirmarse verdaderamente, que la Guerra Fría ha terminado en el Caribe.
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