Enviado a RED.
Por Leonel Fernández.-
Generalmente, cuando se producen conflictos bélicos en el Medio Oriente, en el Golfo Pérsico y en el Norte de África, o rivalidades de naturaleza geopolítica entre superpotencias, los precios del crudo del petróleo tienden a subir en los mercados internacionales.
Esa ha sido la historia. Pero ahora ocurre algo extraño. Ahora ha habido, casi simultáneamente, disputas entre Israel y Palestina; guerra civil en Siria; la creación del Estado Islámico del Levante (ISIS); inestabilidad política en Libia y Egipto; crisis en Ucrania; sanciones a Rusia por parte de la Unión Europea y los Estados Unidos; y a pesar de todos esos factores de riesgo, los precios del crudo del petróleo, en lugar de subir, han bajado.
Desde el pasado mes de junio los precios del petróleo han disminuido en más de un 30 por ciento, al descender de 110 dólares a 72 dólares el barril, la más notable caída del precio del crudo desde el 2009, con tendencia a mantenerse en baja durante el 2015.
Las explicaciones que se ofrecen sobre este fenómeno son variadas. La primera apunta hacia la demanda. Se afirma que como consecuencia de la recesión económica en Europa, la desaceleración del crecimiento en China, Alemania y la India, la prolongada deflación en Japón, y la lenta y frágil recuperación en los Estados Unidos, la demanda de petróleo ha disminuido.
En adición, se alega que debido a las políticas de ahorro y eficiencia energéticas que se vienen aplicando desde hace varios años en diversos países del mundo, y que ha dado lugar al mayor uso de gas natural y al surgimiento de energías alternativas, como la eólica y la fotovoltaica, ha habido menor dependencia del petróleo, y por consiguiente, una tendencia hacia la disminución de sus precios.
Naturalmente, si por las razones que fuesen, la demanda ha disminuido, los precios, de manera natural, tienden hacia la baja. En esa primera explicación, por lo tanto, lo que se plantea es que la persistencia de la crisis económica global, y la incapacidad que hasta ahora ha prevalecido de superarla, ha provocado un desequilibrio en la demanda que se refleja no sólo en la disminución de los precios del petróleo y sus derivados, sino, además, en los de la mayoría de los productos básicos o commodities.
El lado de la oferta
La segunda explicación acerca de la reducción de los precios del petróleo se fundamenta en la oferta. Se sostiene que desde el 2007, los Estados Unidos, debido a la revolución energética suscitada con el llamado gas de esquisto (shale gas), ha incrementado su producción de 5.5 millones de barriles diarios de petróleo a 9 millones de barriles.
Más aún, 500 mil barriles han sido adicionados desde el mes de julio a la actualidad, y conforme a los pronósticos de la Agencia de Información de Energía de los Estados Unidos, para el año próximo, 2015, se espera un nuevo incremento de 750 mil barriles.
La producción en Libia, que había descendido a 200 mil barriles diarios, luego del derrocamiento de Muamar el Kadafi, ha vuelto a subir a 900 mil barriles diarios de petróleo.
Pero, de igual manera, Arabia Saudita, el mayor productor del mundo, con 11 millones 525 mil barriles cada día, ha vuelto a aumentar su producción recientemente, y lo mismo ha ocurrido con Nigeria e Irak.
En fin, lo que ha ocurrido es que a pesar de una disminución en la demanda, generada por la crisis económica global, se ha producido, al mismo tiempo, un incremento de la oferta, que en estos momentos debe estar por algo más de un millón de barriles diarios por encima de lo requerido por el mercado. Ante esa situación, de incremento de la oferta y disminución de la demanda, los precios del crudo se han desplomado.
Ahora bien, si los precios del crudo se han derrumbado como consecuencia de una saturación del mercado, esto es, de que hay mayor oferta que demanda, ¿por qué razón en la reciente reunión, celebrada en Viena, de los 12 países miembros de la OPEP, no se tomó la decisión de disminuir la cantidad de petróleo que se coloca en los mercados con el propósito de hacer subir los precios? Una primera explicación pudiese estar en la necesidad de ir creando condiciones para la superación definitiva de la crisis económica global que desde hace siete años se esparce por las principales economías del mundo.
Desde esa perspectiva, el descenso de los precios de los combustibles y otros productos, dado el enorme peso que desempeñan en la dinámica de la economía global, podría constituir un aliciente para lograr la reactivación del crecimiento en las economías afectadas por la crisis.
Es evidente que una bajada en los precios del petróleo beneficia a los países importadores netos del crudo, como es el caso, por ejemplo, de la República Dominicana, ya que mejora la cuenta corriente de la balanza de pagos; aumenta las reservas en divisas; ayuda a mantener la estabilidad macroeconómica; y contribuye a una disminución de los costes de generación de energía para la industria, la agropecuaria, el transporte, el sector de servicios y los hogares.
Factores geopolíticos
Otra explicación pudiese consistir en el hecho de que el incremento de la producción de combustibles en los Estados Unidos, como resultado de la revolución del shale gas, haya ido infundiendo el temor en Arabia Saudita, el mayor productor y exportador de crudos en el mundo, de que eso, eventualmente, pudiese despojarle de sus cuotas en los mercados internacionales.
Si se disminuye la oferta y suben los precios, como algunos esperaban ocurriese en la reunión de la OPEP, los productores norteamericanos habrían encontrado un estímulo para continuar aumentando su participación en el suministro mundial de petróleo.
Por el contrario, si los precios se mantienen bajos, por lo menos durante un tiempo, eso sería un desincentivo para dichos productores, y una forma de Arabia Saudita preservar su cuota de mercado en el comercio internacional. Pero en adición a esas explicaciones, surge también el criterio de que tal vez lo que verdaderamente subyace en la actitud para mantener en baja los precios del petróleo, sea una estrategia de carácter geopolítico, entre Arabia Saudita y los Estados Unidos para debilitar algunos adversarios en el plano internacional.
Es el caso, por ejemplo, de Rusia. Ante la crisis de Ucrania y la toma de Crimea, los Estados Unidos y la Unión Europa han impuesto sanciones económicas a la Rusia de Putin. Aunque éstas ya han dejado sus huellas, se estima que dada la fuerte dependencia de Rusia de sus exportaciones de petróleo y gas, un desplome del precio de los combustibles tendría un efecto letal para su supervivencia.
Ya, de hecho, eso había ocurrido en la década de los ochenta.
En esa ocasión, Arabia Saudita se negó también a disminuir la oferta de petróleo, lo que, por supuesto, hizo que los precios se desmoronasen. Esa caída de precios afectó de tal manera a la economía de la Unión Soviética, que se considera fue una de las causas determinantes de su desmembramiento.
Es el caso también de Irán, afectado por sanciones impuestas por el mundo occidental a los fines de hacerle abandonar su programa de enriquecimiento de uranio y desarrollo de capacidad nuclear. Ese país, conocido históricamente como Persia, tiene, por igual, a Arabia Saudita, como rival por el liderazgo de la región en el Golfo Pérsico, así como por la división entre sunitas y chiitas en el mundo musulmán.
Finalmente, es el caso de Venezuela, que ya perjudicada con problemas de escasez, de cambio de divisas e inflación, se vería estrangulada económicamente con una baja de precios del petróleo, debido a que la explotación del crudo es la fuente principal de generación de ingresos para el país.
Aunque parezca paradójico e incoherente, es posible que el conjunto de factores previamente indicados se hayan combinado para, por razones disímiles, determinar la baja de los precios del petróleo en los mercados internacionales.
Sea como fuere, lo que no cabe descartar es que por razones de estrategia geopolítica, Rusia, Irán y Venezuela hayan estado en el epicentro de una “guerra de petróleo” que pudiese tener como objetivo su debilitamiento y eventual desestabilización.
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